Al regresar el año pasado de Perú, quería plasmar la reflexión del viaje y escribí esto. En principio lo iban a publicar en el Diario de Navarra, pero al final por una cosa u otra, se quedó en el camino.
En 2006 compartía piso con una amiga de la infancia. Ella ya era enfermera por entonces y un día, cuando se le acabó uno de los contratos, vino a casa y me dijo: “Me voy a Perú de cooperación”. A riesgo de quedar la última en la lista, prefería vivir la experiencia de ayudar a los demás, en vez de un nuevo contrato. La admiré por ir sola, por su determinación, por sacrificar su tiempo y dinero, por enfrentarse a lo desconocido, en definitiva por hacer algo fuera de lo normal para ayudar a otros. Por aquel entonces, la solidaridad, era algo que sólo experimentaba en boca de otros. A esa experiencia, le siguieron más. Cada vez que me contaba una, iba plantando semillas de lento crecimiento. Uno no sabe cuándo las cosas que te pasan en la vida, de repente, harán clic en tu cabeza. Con toda seguridad, aquellas historias, son el germen de los proyectos que hago hoy en día.
A finales de 2018 buscaba proyecto para este año. De un lugar remoto de mis recuerdos, apareció aquel lugar remoto del Perú. Una excusa perfecta para llamar a mi amiga, saludarla y de paso, me hablara de él. Al terminar la conversación busqué en internet: Casa Hogar Amazonas. Diez meses más tarde, después de mucho esfuerzo logré recaudar 8000€ y organizar un grupo para ir en agosto de 2019 al Muyo, un pueblo en el distrito de Aramango.
Con dos profesores, una médico, una enfermera y una química aparecimos en la puerta del proyecto. Una casa que da cobijo a 22 adolescentes que viven a horas a pie de su centro educativo. Por delante, quince días para dar asistencia sanitaria gratuita, gestionar el dinero para mejorar las instalaciones y sobre todo, para conocer y disfrutar de los beneficiarios directos, los chicos y chicas que dan sentido a casi veinticinco años de esfuerzos.
El Muyo es un pueblo a una hora en coche de Bagua, una ciudad con todos los recursos. Emplazado entre montañas, la mayoría de padres se dedican a la chacra (la agricultura). Los niños te cuentan con naturalidad que han caminado hora y media para llegar hasta la carretera, y que de ahí han tomado movilidad hasta Casa Hogar. Si motivar a un niño para que estudie ya es difícil, ahora añádele caminar horas. Por eso nació este proyecto, para que la distancia, no fuera un problema en el camino a sus sueños.
Antes de centrarme en la Casa, haré un repaso breve a la asistencia sanitaria. Atendimos a más de 400 personas en ocho pueblos: Tsuntsuntsa, El Muyo, La Libertad, Copallín, La Reserva, Chinganza, Soldado Oliva y Montenegro. A un lugar accedimos con huaro, una jaula suspendida en una sirga e impulsada por un niño con sus brazos, otros dos por una pista de tierra a cuarenta minutos en furgoneta, el resto estaban más cerca. En todos, al llegar, ya había gente esperando. Rápidamente se ponían en orden de llegada y esperaban su turno. Ocupábamos toda la mañana en las consultas y a la tarde regresábamos con los niños. La movilidad y los medicamentos corrieron a cuenta del ayuntamiento de Aramango. La dinámica ha sido la misma de los dos últimos años y aunque la experiencia por si sola, bien merece un artículo, esta vez dedicaré mis palabras al proyecto para el que recaudamos.
Ya el recibimiento fue muy por encima de lo que merecíamos, hicieron chancho a la pachamanka, trozos de cerdo sobre piedras calientes, tapados por hojas de palma durante horas. La primera vez para muchos de los asistentes, no sólo nosotros. Con las autoridades locales presentes y sentados en la cabecera, fuimos conscientes de lo importante que era lo recaudado para ellos. Puntualizar, que si con muy poco se puede ayudar mucho, que poco costaría equilibrar la balanza en el mundo.
El primer día de todo proyecto marcha a cámara lenta, desconoces los nombres de todos, no sabes ni sentarte de lo tieso que estás. Hasta que un día, uno de los chicos te regala una sonrisa, otra se acerca y te pregunta el nombre y sin darte cuenta, estás jugando a baloncesto, bromeando y sabiendo quien es cada uno. Hay que ir con la mente abierta de quemar fases muy rápido, los días vuelan.
Durante veinticinco años han pasado muchos chicos y chicas por esos cuartos. Seleccionados de entre muchas solicitudes. Los padres con mucho esfuerzo aportan poco más de 20€ al mes para los gastos, el resto sale de apadrinamientos desde España. Estar en la Casa implica levantarse a las 5:30, hacer labores, desayunar e ir al instituto. Todos estudian justo en frente, al otro lado de un campo de fútbol, que se embarra cada vez que llueve, y lo hizo casi todos los días. Tuvimos la suerte de verles en su día a día en el centro. Después de clase, tenían tiempo hasta las 16:00, donde empezaban las labores según el día de la semana, huerta, animales, limpieza… Luego talleres, tareas, cenar, recoger y a la cama. Son conscientes de la oportunidad que se les ha dado y ninguno la desaprovecha. Ya sé que las comparaciones son odiosas, pero la responsabilidad que he visto en jóvenes de 14 años, no la veo aquí en gente mucho más mayor.
No todo han sido labores y rutinas, ha habido tiempo para grabar vídeos, jugar, reírnos y sobre todo formar parte de ellos. Además tuvimos la suerte de dormir el fin de semana en casa de Yosimar y Dianira. Dos horas caminando monte arriba hasta la última casa de La Reserva. Levantada en bloques de adobe, con un techo de placas metálicas, hicieron un hueco en una de las dos habitaciones que tenían para meter a seis personas más. Nos dieron todo de lo poco que tenían. Dos días en los que aprendes más que otros en una vida.
Y así llega de repente el último día y deseas que quince días sean meses, para verlos crecer, para que la confianza ganada, sirva para ayudarles a elegir su futuro. Pero no, el día quince tienes que volver y te agarras a que las tecnologías, en su lado positivo, te acercarán a ellos cuando los eches de menos. Agradecidos al proyecto por acogernos en Casa como en casa, por hacernos partícipes de una gran labor, y deseosos, de que siga facilitando oportunidades a quien no las tiene.