El 19 de abril el Diario de Noticias, gracias a la labor de Ana Ibarra, publicó esta reflexión que les mandé sobre la experiencia vivida en Polonia con respecto a la crisis refugiada vivida en esa frontera. En el artículo lo dejo muy claro, hay que ayudar a los refugiados y mediatizar esa guerra como se está haciendo, pero esa y todas. Este es el artículo en la web y debajo os lo dejo entero.
Pongamos un joven sirio ficticio, Hasan, él representa a millones de refugiados reales de Irak, Afganistán, R.D. Congo, Siria, cualquier país que está en conflicto o tenga razones para huir y buscar refugio. Un día de mediados de 2021, un amigo suyo le dice: “Hasan, hay una posibilidad de llegar a Europa, Bielorrusia ha ampliado vuelos y facilita el acceso a la Unión Europea”. Hay esperanza, compran los billetes y vuelan felices a Minsk. Desde allí se trasladan a la frontera y entonces el sueño se convierte en pesadilla.
Lo que no se imaginaban esas personas es que, detrás de esa propuesta, había un plan para desestabilizar Europa y mostrar su respuesta de acogida al mundo. Desde verano de 2021 hasta hoy se han encontrado con más de 15.000 soldados apostados a lo largo de 400 kilómetros, la construcción de una valla que se terminará en junio de 2022 y que va a costar 350 millones de euros, y por supuesto, devoluciones en caliente, detenciones y maltratos. Cientos de personas han fallecido en los bosques, otras tantas han enfermado hacinadas en almacenes como el de Bruzgi. Cruzar se ha convertido de nuevo en negocio para contrabandistas, que les acompañan hasta territorio polaco, ahí los abandonan a su suerte y a los días, agotados de cansancio y hambre, aparece un soldado que les detiene y los devuelve de nuevo.
El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, acusaba a Aleksandr Lukashenko de terrorismo de estado, mientras la Unión Europea argumentaba en su apoyo a Polonia, que no estamos preparados para gestionar un flujo de migrantes como ese.
El 24 de febrero de 2022, Rusia invadía Ucrania. Un conflicto que de nuevo afecta sobre todo a la población civil. Detrás, mucha geopolítica y en poco menos de un mes, diez millones de desplazados, cuatro de ellos, fuera de sus fronteras. La mayoría del flujo migratorio rumbo a Polonia. Con los antecedentes en la frontera bielorrusa, cabía pensar que su entrada iba a ser un problema. Incluso podemos ir más lejos, con los antecedentes ocurridos en 2016, donde Europa cerró fronteras y no pudo/quiso reubicar y acoger a una cifra menor que esa, y donde Polonia no acogió a una sola persona refugiada, cabía pensar seriamente que sería un problema. Pero no, Polonia y toda Europa eran la madre de los derechos de acogida. Toneladas de alimentos, ropa, medicinas se desplazaban por el continente a pesar del elevado precio de la gasolina rumbo a Ucrania. Autobuses, furgonetas, autocaravanas, coches particulares, todos a recoger familias ucranianas desamparadas.
En menos de dos semanas de conflicto, ya había un plan de acogida para millones de personas, de esas, 415.000 cabrán sin problema en España. Desde el 3 de marzo todo ucraniano es ciudadano de pleno derecho en Europa con acceso a colegios, salud y optar a trabajo. Familias abren la puerta de sus casas, todo son sonrisas, abrazos y felicidad.
En Polonia, la frontera de Medyka parece una alfombra roja donde desfilan refugiados. En poco más de 300 metros se amontonan carpas de diferentes organizaciones que se pelean por darles caramelos, comida, productos de higiene, comida para animales, pizza, abrazos… al final un autobús les espera para llevarles a Przemysl, a 14 kilómetros y donde decidirán si quieren seguir camino hacia otro país europeo o se quedan en Polonia. Si se quedan, tienen los transportes gratuitos por todo el país y la ciudad que elijan les emitirá un número de identidad para iniciar el proceso de acogida e inserción. Si se marchan, las organizaciones bajo las banderas de sus países gestionan en un pequeño cubículo del centro comercial abandonado, transformado en lugar de acogida temporal. Los bomberos, los militares o la policía no les detiene ni les devuelve, aquí velan por la tranquilidad de los ucranianos que escapan de la guerra. Cabe resaltar que en todos los lugares de Polonia que estuve, todos los trámites tenían un idioma y una bandera, en caso de ser ucraniano, no había perdida, al llegar a la estación de trenes o autobuses no había más que seguir el camino de baldosas amarillas y azules hacia sus derechos de acogida. Hay muchos más países en conflicto y lenguas en las que se pueden escribir esas instrucciones, pero en estos momentos están guardadas en algún cajón de Bruselas. Estas medidas e indicaciones eran para ucranianos, sólo, para ucranianos.
Cuando estaba en Przemysl, hablando con la única organización española en terreno, encargada de gestionar los autobuses cargados de refugiados hacia España, un famoso torero les llama y pregunta, “cuántos refugiados hay para traerlos a España, voy a fletar un avión y dos autobuses”. “Primero hay dos autobuses que han venido y están para llenarse”, “Vacíalos y mételos en los míos”. La batalla por ser el más solidario en los medios se ha desatado. ¿Sabrán todas estas personas que envían material, que en Polonia no dan abasto con todo y se está echando a perder? ¿Sabrán estas personas que se lanzan a la carretera a salvar refugiados como quien salva un perro herido, que un par de países más abajo esperan millones de personas a ser acogidas?
Regresaré un poco a 2016 cuando unos bomberos sevillanos, al rescatar personas a punto de morirse en el Egeo, fueron detenidos y acusados de tráfico de personas. Más adelante, una pareja fue acusada de lo mismo por llevar refugiados en su coche rumbo a España. No hace falta irse tan lejos, hace tan solo unos días, en la frontera bielorrusa con Polonia, fueron detenidas cuatro personas por recoger a refugiados no ucranianos, que encontraron por los bosques para llevarlos a sus casas. Sin embargo, las autocaravanas, coches y autobuses cargadas de personas de Ucrania, circulan con el beneplácito de las autoridades y sin riesgo a ser detenidos.
Ahondaré un poco más en la herida y destacaré que en la frontera de Ucrania con Polonia hay dos filas, la de los ucranianos y la de otras nacionalidades o razas. Una avanza y la otra se estanca, no hace falta que diga cuál. Hablé con un chico nigeriano que llevaba viviendo veinte años en Ucrania, pero que al ser de raza negra no le dejaban pasar, tardó cinco días en demostrarlo.
Creo absolutamente necesario que hagamos una reflexión sobre lo que está ocurriendo. Sin lugar a dudas, nadie desea el conflicto de Ucrania, ni las consecuencias para los civiles. Creo que la respuesta de acogida es la que tiene que ser. He tenido la suerte o desgracia de viajar a Calais, Ceuta, Melilla, Campos refugiados saharauis, Palestina y diversos campos de refugiados a lo largo de Europa y jamás he visto esta respuesta. Es más, muchos de los que llegaron en 2016 siguen esperando en campos una entrevista para el asilo. Además, los campos no son casas de acogida con calefacción y una escuela esperando a los niños, los campos son lugares vallados, fríos, a veces rozando condiciones inhumanas, con horarios y lo más importante, un futuro muy difuso.
Es necesario resaltar que en el mundo hay más de 30 conflictos, algunos se iniciaron hace más de 70 años. Muchos de ellos no tienen voz, ya que impiden el acceso a medios de comunicación y organizaciones humanitarias. Las personas que huyen de un conflicto son las mismas aquí o en mitad de África, han perdido sus casas, familiares y buscan un refugio, pero no hace falta que haya conflicto, también hay enfermedades, hambrunas, violencia de género o simplemente buscar un lugar más seguro donde puedan crecer sus hijos e hijas. Lo curioso es que a Rusia en menos de diez días de conflicto se le impusieron sanciones para empujarle a un acuerdo, lo más curioso es que Rusia ha participado en guerras como las de Chechenia, Azerbaiyán, Georgia, Siria o Libia y no se le pusieron sanciones, lo más curioso aún es que hay países como Marruecos con el Sahara Occidental o Israel con Palestina, que a pesar de todas las resoluciones internacionales por la vulneración de derechos y ocupación, no han recibido sanciones.
Está claro, y este conflicto lo ha puesto sobre la mesa, que no todos somos iguales. Europa y los europeos han sacado a relucir el racismo sistemático que fluye por nuestras venas. Personas que han llamado a nuestras puertas numerosas veces han recibido un portazo en toda regla. Ahora esos millones de personas que habían escuchado hasta el agotamiento, que no éramos capaces de acogerlos, ven que sí se puede,y además, fácil. Hemos fracasado como seres humanos y los derechos que firmamos en su día son volátiles.
Aún estamos a tiempo y podemos dar voz a esos conflictos silenciados, podemos ayudarlos, podemos acoger a las personas que huyen del terror, allá de donde vengan, podemos abrir nuestras fronteras a cualquier persona que quiera cruzarla, podemos enviar esos camiones a campos o países donde realmente necesitan ayuda y no sólo a refugiados que casi tienen que apartar voluntarios que les ofrecen de todo, mirando a una de las cientos de cámaras que sí están contando esta crisis.