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ARTÍCULO SOBRE PALESTINA

Lo que está sucediendo en Gaza vulnera derechos internacionales, el 4º convenio de Ginebra y toda lógica humana. Es cierto que hay muchas realidades en estos momentos que merecen nuestra atención y denuncia y trataremos de ponerle foco. La cuestión es que está dura ya 75 años de ocupación y lo que ha ocurrido en los últimos tres meses con el asesinato de más de 12.000 niños y niñas no ha ocurrida nunca en la historia. No hay conflicto que se se acerque a esas cifras ni de lejos, más de 160 muertes diarias de inocentes que son el futuro de un país. Quería expresar lo que sentía y tratar de hacer reflexionar con ello.

Este artículo ha sido publicado en tres medios, Arainfo, Naiz y El salto diario, también podéis leerlo en el cuerpo de la entrada.

EL PAÍS DE NUNCA HAMÁS

 

En 1894 la sentencia al capitán francés
Alfred Dreyfus dividió a la sociedad francesa durante años. Un judío alsaciano
acusado de espiar para Alemania. Aquello reveló la existencia de un núcleo de
violento
nacionalismo y antisemitismo
influenciado principalmente por la
prensa.
El tiempo demostró la inocencia de Alfred, pero también como el peso de la
información sobre la sociedad presionó hasta condenarlo, hasta creer y dibujar
esa verdad en el ideario de las personas. Lo que está claro, es que en
ocasiones, existe la realidad que nos cuentan, la que queremos creer y la que
ocurre realmente. La dificultad en la búsqueda de esa verdad radica en no
desviarnos por el zumbido mediático.

 

Un joven periodista húngaro de 34 años, también
judío,  soñador respecto a cómo la
sociedad con el tiempo asimilaría su cultura, asistía sentado en uno de los
bancos de madera con el objetivo de informar sobre el juicio a ese hombre. Lo
que no sabía, es que la sentencia también cambiaría su vida. Hay sucesos en el
tiempo que alteran el resto de la historia. Puede que haya correlación entre
esa sentencia y lo que hoy vivimos en la Franja de Gaza, eso nunca lo sabremos.
Aquel periodista era Theodor Herzl, considerado padre del estado de Israel y fundador
del sionismo moderno. Tras el juicio, el joven periodista vagaba por las calles
de París escuchando consignas de “!Muerte a Dreyfus, muerte a los judíos!”. Las
tardes de los dos próximos años, abandonaría el deseo de escribir novelas u
obras de teatro y las pasaría redactando “
Der Judenstaat: ensayo de una solución moderna de la cuestión
judía”. Su cabeza dio un giro de 180º, escogió un lugar y ya tenía clara su
estrategia: “Expulsad discretamente a la población miserable a través de la
frontera negándoles el empleo. Tanto el proceso de expropiación como el de
deshacerse de los pobres debe llevarse a cabo discretamente y con disimulo”. En
1896 se publicaba el libro y todo cambió para el pueblo judío.

 

Ocho años más tarde, Adolf Hitler, a la edad
de quince, abandonaba sus estudios y se dirigía a Steyr, un pequeño pueblo de
Austria. El joven Hitler quería dedicarse a las artes, la falta de apoyo de su
padre y los rechazos en la escuela de artes de Viena quizá fueron esa
causalidad que condujo al joven hasta convertirlo en el mayor defensor de las
ideas del nacional socialismo redactadas por Alfred Rosenberg.

 

Era 1904 y en el mismo año, Theodor Herzl y
Adolf Hitler convivían en Austria, antagónicos, víctimas, verdugos. En 1904
moría Theodor sin llegar a conocer donde terminaría su proyecto, a la vez,
Adolf se encerraba en su cuarto devorando obras sobre mitología germana. Dos
personas que con sus libros cambiaron la historia, responsables en cierta medida
de lo que hoy ocurre en Palestina. Sin “Der Judenstaat” no habría sionismo, sin
sionismo no habría ocupación, sin ocupación, habría Palestina. Sin “Mein Kampf”,
entro otros, quizá no habría Segunda Guerra Mundial, sin la guerra, la
comunidad internacional no habría tenido que reparar a las víctimas y conceder
en 1947 el 55% de la tierra Palestina, sin él, el sionismo no tendría ese clavo
ardiendo al que agarrarse cada vez que se les juzga por las atrocidades
cometidas contra el pueblo palestino. El paraguas del holocausto con el que se
cubren los sionistas y acusan de antisemita cualquier resolución que impida el
objetivo del sionismo, es enorme. Dos libros enfrentados, antagónicos y que sin
embargo, son parte de la biblioteca de los sionistas actuales, según el
discurso usarán uno de los dos en favor de la ocupación. De cualquier manera,
la víctima ha sido el pueblo Palestino, que nada ha tenido que ver con ambos
personajes y que nada les ha hecho.

 

A finales de 1904 J.M. Barrie estrenaba “Peter
Pan y Wendy” en un teatro de Londres. La obra, enfocada a un público adulto en
su estreno, hablaba de un niño que no quería crecer. El mensaje entrelíneas era
que el joven Peter  guiaba las almas de
los niños muertos al más allá. La casualidad es que Herzl y Barrie nacieron en
1860 con días de diferencia, uno en Pest, Hungría y otro en Kirriemuir, un
pequeño pueblo escocés. Los dos enfocarían su vida hacia la escritura, ambos dramaturgos,
pero en el caso del húngaro, el juicio a Dreyfus fue el punto de inflexión que
viró su rumbo y el de millones de personas cientos de años después.

 

En los primeros años del siglo XX, en 1905,
durante el 7º congreso sionista se decidía que Palestina, sin contar con ella,
sería el lugar para el futuro Estado de Israel. En los siguientes años, poco a
poco, en Palestina se asentaban sutilmente decenas de colonias judías. En noviembre
de 1917 Arthur Balfour, pensando en los intereses de occidente en oriente próximo,  unilateralmente decidía y escribía al
sionista Lord Rotschield, “El Gobierno de Su Majestad acoge con beneplácito la
asignación en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. Lentamente la
semilla que Herzl plantó en 1896 estaba creciendo, nada hacía pensar que ese
árbol asentaría sus raíces en una tierra que no le pertenecía y mucho menos,
que las raíces se regarían con la sangre de inocentes.

 

Han pasado ciento veinte años desde que
Barrie puso el País de nunca jamás en el mapa de la fantasía. Estamos en 2024,
Palestina lleva ocupada 75 años sufriendo una vulneración de derechos
sistemática y el relato es muy diferente. La Franja de Gaza se ha convertido en
el País de nunca Hamás. La obsesión de los líderes israelíes de ocupar Palestina
está acabando, genocidio mediante, con la vida de miles de personas y con los
derechos humanitarios e internacionales. Han utilizado a Hamás para justificar
la aniquilación de un pueblo, para justificar el asesinato de más de 12.000
niños y niñas en tres meses. Sin niños y niñas no hay futuro, Israel bien lo
sabe y sus bombas han convertido la Franja de Gaza en el país de los niños
perdidos, de los niños que nunca crecen.

 

Wendy sentada en el alfeizar de su ventana
contaba cuentos a los niños y les transportaba a mundos de fantasía. Hoy el
alfeizar está en cada periódico, en cada televisión, en cada medio donde el
mundo escucha embelesado el cuento que los sionistas nos quieren vender. La
sociedad lo ha comprado, ha caído en su discurso y volamos desde la realidad
hasta su fantasía. Tras la segunda estrella a la derecha escribía Barrie, pero
el dramaturgo no se imaginaba que su estrella hondearía en una bandera blanca y
azul sobre los escombros de un país arrasado.

 

Ya ocurrió en el juicio a Dreyfus en 1894,
los medios de comunicación manipularon a la sociedad hasta condenar al
inocente. Paradójicamente, lo que un día fue el arma en contra de los judíos,
es ahora el arma que usan ellos para contar la historia a su manera y deformar
la verdad hasta la fantasía. El problema no es que ellos cuenten su versión de
los hechos, el problema es que ellos han terminado por creérsela y la sociedad
también. El sionismo no ha escondido nunca su objetivo. A pesar de su
literalidad expresada en frases como la de David Ben Gurion en 1937: “Debemos
expulsar a los palestinos y tomar sus lugares”, o Israel Koenig en 1976: «Debemos
utilizar el terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación de tierras y
el corte de todos los servicios sociales para expulsar de Galilea a su
población Árabe», o Ariel Sharon en 1998: “No hay sionismo, ni
colonización, ni Estado judío son el desahucio de los árabes y la expropiación
de sus tierras”. El cuento que cala en los medios y en las personas es que
ellos son las víctimas. Ahora las víctimas son James Garfio y sus piratas,
dispuestos a saquear y robar todo lo que puedan del País de nunca Hamás.
Mientras Garfio y sus secuaces luchan con el quinto ejército del mundo, el
pueblo de los niños perdidos lucha con “piedras”. No son comparables las cifras
por mucho que quieran hacernos creer que sí. El problema de su letanía es que
las mentiras opacan la verdad.

 

En este cuento ya no es
posible volar gracias a los pensamientos felices. Los niños hace mucho que no
sueñan, ni despiertos ni dormidos porque mueren enterrados en una pesadilla de
escombros. El polvo de hadas da paso al polvo de las ruinas. No respires esa
nube o tendrás el riesgo de volar de la realidad al País de nunca Hamás. Quién
hace de Peter Pan en este cuento, no se sabe, probablemente esté muerto bajo
los escombros y ya no habrá nadie que guíe sus almas al más allá. Lo que es
seguro y no es un cuento, es que miles de niños y niñas mueren cada día y que
Palestina no tendrá futuro si el mundo continúa leyendo la versión Israelí de
la historia.

Foto de portada: En el Heraldo de AFP. Foto de cuerpo: UNICEF autor Eyad el Baba

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