A mitad del proyecto escribí este artículo para el Diario de Noticas de Navarra. Os adjunto el artículo y abajo el link.
En el camino del refugiado hay miles de rutas, todas deberían acabar en el mismo sitio, una puerta abierta a un refugio seguro. La realidad es que las puertas son muy pequeñas y la llave para abrirlas se ha perdido en la sin razón.
Hay un embudo que atrae millones de personas hacia Turquía. Los traficantes los sueltan en barcas de papel hacía el continente europeo. De ese papel que se diluye como las promesas incumplidas. Llegan a Grecia y las fronteras miden cientos de metros y sus sueños chocan en cada ladrillo. Los europeos lo sabemos, o mejor dicho las personas lo sabemos, Europa es la que no quiere saber. Por eso desde Atenas hasta el último rincón de este continente desmemoriado, hay miles de personas ayudando a que esta situación cambie. Aunque la justicia y la dignidad no se sirve en un plato de plástico comido de malas maneras en el suelo, tampoco se aloja en una tienda de campaña, pero los esfuerzos de voluntarios y asociaciones bien merecen la admiración de un testigo itinerante.
La ruta es flexible, sobre todo hoy, que hay que valerse de los traficantes, de la oscuridad de la noche, de que un día la lista tenga tu nombre y un señor de la frontera decida que hoy te hace un favor, o quizá no, y prefiera pegarte para que la próxima vez te lo pienses.
He recorrido ya 2000km, un ecuador invisible en la República Checa para recordar los dos caminos que he vivido. El injusto y el imperdonable. El primero es el mío, cada frontera que paso, me avergüenzo de poder hacerlo tan fácil, con la sonrisa y la discriminación positiva hacia mi persona por un trozo de plástico que dice que soy europeo. El segundo, el que inexplicablemente sufren millones de personas escapando de la guerra y que se está marcando a fuego y palos en las espaldas de todos ellos.
Cómo puede explicar un padre a su hijo viviendo bajo el puente del Pireo, Atenas, que tardarán meses en conseguir una entrevista para el asilo, porque el proceso se hace con Skype de 9:30 a 10:30 cuatro días a la semana, y si pagas 150€ tienes más posibilidades. Cómo calma una madre a sus hijos cuando la policía en Bulgaria los muele a palos en su camino a Serbia. Cómo se entiende que en Eslovaquia y República Checa se haya negado la entrada a personas por el hecho de ser musulmanes. Cómo consuelas a una niña que a las cuatro de la madrugada es desalojada de una tienda de campaña para arrasar con un campo que hasta entonces ha sido su hogar. Hay tantos cómos, que soy incapaz de digerirlos.
Para que haya una sombra, tiene que haber una luz en alguna parte, la hay. Un hombre en el mercado regala 50kg de patatas al ver que compras para los refugiados, una país entero obvia su crisis porque hay otra de mayor calado, una voz que te invita a comer en su tienda sin saber quien eres, personas que dejan sus trabajos para dedicarse un tiempo a otras que lo necesitan, caras salidas del fango que sonríen agradecidas, luces por todos los lados que algún día ahogarán las sombras.
En menos de un mes llegaré a Estocolmo con una visión más cercana de lo que acontece, con más historias de esta crisis humana, ojalá llegase y no tenga sentido este camino porque ya no existen fronteras. Hasta entonces daré pedales y os acercaré esta realidad para que no se olvide.