Hoy la etapa traía la alegría de haber pasado los primeros 1000km.
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Hoy he salido algo más tarde. La razón, la ropa que tenía tendida en el sabayao del hostel. Milivoje, que es el dueño, me ha cuidado como si hubiera estado en casa. El mismo me puso la lavadora y la tendió sin cobrarme nada. A la noche me dijo donde estaba colgada y me dijo, para la mañana estará seca. Después de desayunar he recogido todo y he emprendido la marcha. No sé si volveré a Aleksinac, pero el hostal Sumatovac será parada segura.
A las 9:00 con un pan en la saca y dos huevos fritos en el estómago he dejado la ciudad. El sol ya pegaba fuerte, pero el cuerpo se va acostumbrando y afecta cada vez menos. He escogido la ruta por la carretera 160. Casi sin tráfico y sobre todo campos de maiz. Enormes plantas verdes que se extendían hasta las montañas del fondo. Serbia es un país tranquilo. Una pena no hablar ni jota de serbio, porque sus miradas dicen mucho. No he vivido la guerra, pero tienen esos rostros con surcos más profundos que los campos que trabajan. Unos ojos alegres, que tratan de sonreir, pero que a la vez tienen la mirada caida por las experiencias vividas.
La etapa se ha dividido en dos, la primera parte hasta Paracin, donde un kilómetro después he llegado a los 1000 y donde me he sentado en el suelo un buen rato, como si los mil me hubieran venido de golpe con todos sus repechos. Soy consciente de que allí queda Atenas y de que pedalear por la ruta de los refugiados y escribir sobre ellos tiene un sentido, por lo menos para mí. Seguro que haría más en los campos y seguro que recaudaría más de otra manera, pero he escogido esta y creo que ayudar in situ es muy importante, de hecho me gusta más y me siento más útil, pero divulgarlo también lo es y quizá así esté llegando a más personas, que es lo que realmente importa, sensiblizar y no callarlo. Es cierto que hay mil causas por las que luchar, ahora he elegido esta, ya que todas no puedo afrontarlas de una vez, el año que viene será otra y así hasta poder contar trocitos de este mundo que necesitan ser contados.
Tras esta digresión, sigo camino. La ruta me da tres opciones y escojo la de la derecha, y me alegro, ya que aunque tiene un puerto, el paisaje de cultivos y la soledad en la carretera me lanzan sin freno hasta mi destino: Svilajnac. He salido de la región de Nisava hasta la del Danubio y pasando por la de Promoravlje. El río Morava será mañana engullido por el Danubio.
Algo curioso que hay en las carreteras de Serbia, son los altares que se ponen a personas que han fallecido en accidente. Algunos parecen mausoleos. Como poco una lápida con el nombre y a veces la foto del coche o la moto. Lo peor, es que veo muchos.
A la noche, tras cenar en el motel, he salido a la calle un poco y me he puesto a hablar con el gasolinero que me ha ayudado a traducir en el motel. Al final se lo he soltado. «¿Qué opináis de los refugiados?» Y se ha hecho la luz. Según él no habrá país donde se les cuide más. Les dan todo y tratan de hacerles la vida mejor. Ellos entienden que es escapar de la guerra. No comprende como en Hungría o Croacia hay tanto fascismo y rechazo hacia personas que huyen del terror. «La pena es que los refugiados quieren seguir camino hacia países más ricos, pero aquí van a estar bien. Tenemos muy mala propaganda en Europa». Y es cierto, no había oído más que cosas malas y este país está siendo muy amable y acogedor.
Han sido 110km de etapa, llevaderos a excepción de ciertos trozos de carretera que parecían la Paris-Roubaix. La rueda me ha vuelto a dar la lata y ha tocado centrarla en Paracin, a ver si aguanta otros mil.
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