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Dresden y sus campos.

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Hoy ha sido un día de altibajos. Pero regreso al hostel con una experiencia muy buena y con esperanza.

A las 10:30 de la mañana me han venido a buscar Maitane y Micha al hostel. Me han acompañado para ver si me dejaban entrar en dos centros en los que hay refugiados. En los dos hemos recibido negativa y el argumento de que sin permiso no se puede pasar. No entiendo este recelo a querer enseñar el trabajo que se hace con los refugiados. Al igual que estos dos centros hay muchos más con refugiados en Dresden. Según he entendido, al principio si que se construyeron campos para localizar a los refugiados, pero pornto se les fue llevando a las ciudades y recolocarlos en edificios. Justo al revés que en otros lugares donde se les aparta para que no se les vea. Hablaba con Stephen, el jefe de una de las organizaciones, que cuanto más les acerquemos al núcleo de las ciudades, más rápido aprenderan el idioma, más fácil será que la gente los acepte y mejor se integrarán. Cuanto más les alejemos, más dilataremos esos procesos y más tensiones se crearán.

Tras dos negativas y camino de la estación de tren de Neustadt,  he visto un local donde entraban refugiados, les he preguntado si me podían explicar su trabajo y me han contado que asesoraban tanto a los refugiados recién llegados, a los solicitantes de asilo y a los asilados. Hay unos 6000 a la espera de asilo y 2000 que ya lo han conseguido. Luego está ese censo transitorio que aumenta las cifras invisibles de los refugiados. Saber que todos reciben una ayuda económica nada más pedir el asilo y un lugar donde estar me ha gustado mucho. Eso sí, no todos los refugiados tienen el mismo estatus, Siria, Eritrea e Iraq, tienen preferencia. Qué diferencia con República Checa que los detienen y les cobran dinero por estar en el centro. La gente con la que he hablado hoy alucinaban con esas medidas.

De ahí me he dirigido al museo de la ciudad, allí me esperaba Geoffrey, un chico australiano que trabaja en Uzdresden, una ong medioambiental que ha asumido el reto de integrar a los refugiados. Me contaban que de la noche a la mañana, a lado del cementerio llegaron mil refugiados el año pasado, que les colocaron en un suelo de cemento y sin nada. Ellos cedieron unos jardines para que estuvieran con árboles y buenas instalaciones. Con el tiempo los fueron recolocando y comenzaron a dar clases de aleman sin excepción. En el encuentro de la tarde, un chico le preguntaba a Goeffrey para ver si podía aprender alemán, pero que era libio, y por supuesto que sí, que ellos no hacen excepciones. Ver la cara de felicidad del libio ha sido tremendo.

Geoffrey me ha dedicado un buen rato mientras iban llegando refugiados al bar del museo. Poco a poco se iban llenando las mesas con voluntarios locales y refugiados. De forma natural han ido sentándose y compartiendo el idioma. Para mí era un sueño ver tantos, pero me ha dicho que hoy había menos que de normal. Que además hay en otros museos, cuyos dueños ceden encantados esos espacios para ayudar. Antes de irme me dice que a las 18:00 en un museo cerca del centro hay un encuentro organizado por ellos para integrar a gente local con refugiados. He ido y ver aquello era sorprendente. Tras ver refugiados llegar amoratados de palizas recibidas en la frontera búlgara, personas encerradas en prisiones, gente durmiendo en el suelo, familias esperando meses en la frontera a que les dejen pasar, tras ver todas esas cosas, enfretarme a un encuentro de locales comiendo, riendo, hablando e integrando a refugiados ha sido inspirar aire hasta rectificar la curva de mi espalda doblada por el peso de las desilusiones.

He sacado unas pocas fotos y me he sentado a hablar con varios afganos que se les veía felices. Que ya hablaban alemán y que algunos de ellos ya estaban ayudando a los que recién llegan.

Stephan me pide un rato para que le cuente mi viaje, mis impresiones de otros campos, en que pueden mejorar. Le digo que este es el camino. Resulta esperanzador ver gente como Geoffrey o Stephan en Dresden o las Zuzkas de Praga, Mirjana y Stiof en Belgrado, Gus, Josiph en Axioupouli… creo que esas personas tienen algo contagioso que hará cambiar las cosas a mejor.

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